lunes, 23 de junio de 2008

Amistad...

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera.

Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición).

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

- Buenos días.
- Buenos días - Respondió el guardián.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera.- Y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
- Lo siento mucho - Dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.


Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

-Buenos días - dijo el caminante.
- El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo
- Hay una fuente entre aquellas rocas - dijo el hombre, indicando el lugar.- Podéis beber toda el agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

- Podéis volver siempre que queráis - Le respondió éste
- A propósito ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre.
- EL CIELO.
- ¿El Cielo?
- ¿Sí?
- Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
- Aquello no era el Cielo. Era el Infierno - contestó el guardián.

El caminante quedó perplejo.- ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! - advirtió el hombre.

- ¡De ninguna manera!-increpó el hombre - En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar sus mejores amigos.
PAULO COELHO

sábado, 21 de junio de 2008

El carpintero

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Esta larga y beneficiosa colaboración termino repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido y que fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.

Una mañana alguien llamó a la puerta de Luís. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso". "Sí", dijo el mayor de los hermanos, "Tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y el tomó su buldózer y desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Bueno, el pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."

El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho."
El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo. El carpintero trabajo duro todo el día midiendo, cortando, clavando. Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.

El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó. ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su lugar había un puente -¡un puente que unía las dos granjas a través del arroyo!- Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.

En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: "¡Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!".

Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. "¡No, espera!", le dijo el hermano mayor. "Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti”, le dijo el hermano mayor al carpintero. "Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".

lunes, 16 de junio de 2008

Un perchero para los problemas

Después de algunas semanas sin escribir, por fin he tenido un ratito para dejaros un cuento. Espero que os guste.


Uno de los peones que había contratado para reformar el local que me había comprado, acababa de finalizar un duro día de trabajo. Su viejo coche se negaba a arrancar y me ofrecí a llevarlo a casa; me dio las gracias y se sentó silencioso.

Una vez que llegamos a una pequeña casa en las afueras, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.

Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su serio semblante estaba pleno de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Después me acompaño hasta el coche.

Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que le había visto hacer un rato antes.

“Oh, ese es mi perchero de problemas”, contestó. “Se que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego por la mañana los recojo otra vez. Lo curioso es (dijo sonriendo), que cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.”

lunes, 2 de junio de 2008

Granos de café

Una joven hablaba con su padre y se quejaba acerca de su vida, lo difícil que era para ella alcanzar metas. "No sé que hacer papá, en ocasiones me siento que voy a desfallecer, me siento con deseos de renunciar a todo, hasta a la propia vida. Me siento cansada de luchar. Cuando un problema se resuelve, otro nuevo surge.”

Su padre, que trabajaba como cocinero, la llevó a la cocina. Llenó tres cazuelas pequeñas con agua y las puso a calentar al fuego. Cuando el agua comenzó a hervir, el hombre colocó dentro de la primera zanahorias, dentro de la segunda huevos y dentro de la tercera granos de café. Los ingredientes quedaron así cocinándose por varios minutos mientras que la impaciente hija se preguntaba el significado de todo aquello. Al cabo de veinte minutos el padre apagó las hornillas. Sacó la zanahoria de la cazuela y la colocó en un plato e hizo lo mismo con el huevo. Finalmente tomó una taza y sirvió el café en la misma.


"-¿Hija, que ves?" - preguntó el padre. "- Veo zanahorias, huevos y café." - respondió ella.

Tomando a su hija de la mano le pidió que tocara la zanahoria…Al hacerlo notó que la zanahoria estaba blanda y suave. Le pidió entonces que tomara un huevo y lo rompiera. Al quitarle la cáscara al huevo encontró el interior del mismo endurecido. Finalmente le pidió que probara el café. Así lo hizo, deleitándose en su rico aroma.

"-¿Qué me quieres decir con esto, papá?" – preguntó la hija.

El padre explicó que cada uno de aquellos ingredientes se había enfrentado a la misma adversidad, al agua caliente, sin embargo cada uno de ellos reaccionó en una forma distinta. La zanahoria fue al agua dura y fuerte, pero después de unos minutos se puso blanda y débil. El huevo fue al agua con fragilidad, su interior líquido estaba protegido por una débil cáscara; pero después de haber experimentado el agua caliente su interior se endureció. Sin embargo los granos de café fueron distintos. Después de estar en el agua caliente, los granos transformaron el agua.

"-¿Cuál de estos eres tú?" - preguntó el padre a su hija. “-Cuando la adversidad golpea a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres tu una zanahoria, un huevo o un grano de café? ¿Eres tú la zanahoria que por fuera aparenta dureza y fortaleza pero con el fuego de la prueba se ablanda y pierde su fortaleza de carácter? ¿O tal vez el huevo que al comienzo es suave en su interior, pero el fuego de un divorcio, una enfermedad, un accidente, una muerte lo pone duro? ¿Por fuera luces igual, pero por dentro te has endurecido y ahora tienes un corazón amargado? ¿O serás tú como el grano de café? ¡El grano de café al entrar en el agua, el hervor transformó el agua! Para que el café suelte todo su sabor el agua tiene que calentarse a 212 grados Fahrenheit; o sea que mientras más caliente, más sabor le da al agua. Si tú eres como el grano de café, mientras peor se pongan las cosas más transformas lo que está a tu alrededor.”
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