domingo, 30 de noviembre de 2008

Aquel invierno

Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó. Pero luego, en la primavera, vio desolado que al tronco marchito de ese árbol le brotaron renuevos.

Mi padre dijo: "Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. Había perdido todas las hojas en el invierno. Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban y caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida; pero ahora advierto que aún alentaba la vida en aquel tronco".

Y volviéndose hacia mí, me aconsejó: "Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno. Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes las más importantes decisiones cuando estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. Recuerda que la primavera volverá".


(Robert Schuller)

jueves, 27 de noviembre de 2008

Cómo nace un paradigma...

Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo.

Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban a palos.
Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos.

La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato.

Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho.

El cuarto y, finalmente el último de los veteranos, fue sustituido.

Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.

Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería:

"No sé, las cosas siempre se han hecho así, aquí..."


¿Te resulta conocido?

lunes, 24 de noviembre de 2008

Una parábola sobre la amistad y las malas influencias...

Un gusano y un escarabajo eran amigos y se pasaban charlando largas horas. El escarabajo estaba consciente de que su amigo el gusano era muy limitado en movilidad, tenia visión muy restringida y era muy tranquilo y pasivo comparado con los escarabajos.

El gusano, por su parte, estaba muy consciente de que su amigo el escarabajo venia de otro ambiente, y de que, en comparación con los gusanos de su especie, comía cosas desagradables, era muy acelerado, tenia una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.

Un día, la compañera de vida del escarabajo le cuestiono a este su amistad con el gusano, preguntándole como era posible que caminara tanto para ir al encuentro de un ser tan inferior, un ser tan limitado en sus movimientos? y por que seguía siendo amigo de alguien que ni siquiera le devolvía los saludos efusivos que el escarabajo le hacia desde lejos.

Pero el escarabajo estaba consciente de que, debido a lo limitado de su visión, el gusano muchas veces ni siquiera veía que alguien lo saludaba y, si acaso llegaba a notarlo, no distinguía si era o no el escarabajo, y por ello no contestaba el saludo.

Sin embargo, el escarabajo callo para no discutir con su compañera. Fue tanta la insistencia de la escarabaja y tantos sus argumentos cuestionando la amistad que su compañero mantenía con el gusano que el escarabajo decidió poner a prueba esa amistad alejándose del gusano para esperar a que este lo buscara.

Paso el tiempo, y un día llego la noticia de que el gusano estaba muriendo, pues su organismo se había resentido por los esfuerzos que cada día hacia para ir a ver a su amigo el escarabajo y, como no lo conseguía durante toda una jornada diurna, el gusano tenia que devolverse sobre sus pasos para pasar la noche en el refugio de su propia casa.

Al saber esto, el escarabajo, sin preguntar a su compañera, decidió ir a ver al gusano.

En el camino se cruzo con varios insectos que le contaron de las diarias e infructuosas peripecias del gusano para ir a ver a su amigo el escarabajo y averiguar que le había pasado.

Le contaron de como se exponía día a día para ir a buscarlo, pasando cerca del nido de los pájaros. De como sobrevivió al ataque de las hormigas y así sucesivamente.

Llego el escarabajo hasta el árbol donde yacía el gusano esperando ya el momento final.

Y al verlo a su lado, el gusano, apenas con un hilo de vida, le dijo al escarabajo cuanto le alegraba ver que se encontrara bien.

Sonrió por ultima vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado a este.

El escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros minaran su amistad con el gusano y sintió dolor por haber perdido las muchas horas de regocijo que las pláticas con su amigo le proporcionaban y, sobre todo, por haberle puesto en una situación que le causo la muerte.

Al final entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan distinto de lo que el era, era su amigo, a quien respetaba y quería porque, a pesar de pertenecer a otra especie, le había ofrecido su amistad.

Y así el escarabajo aprendió varias lecciones ese día:

Primera: La amistad esta en ti y no en los demás. Si la cultivas en tu propio ser, encontraras el gozo del amigo.

Segunda: El tiempo no condiciona las amistades. Tampoco lo hacen las razas ni las limitantes propias o las ajenas.

Tercera: El tiempo y la distancia no son los factores que destruyen una amistad. La destruyen las dudas y nuestros temores.

Cuarta: Cuando pierdes un amigo, una parte de ti se va con el. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías, las ilusiones. Todo lo que ambos compartieron en el tiempo, se va con el.

El escarabajo murió poco después. Nunca se le escucho quejarse de quien mal lo aconsejó, pues fue decisión suya el prestar oídos a las criticas sobre su amigo.



Si tienes un amigo no pongas en tela de juicio lo que el es, pues sembrando dudas cosecharas temores. No te fijes demasiado en como habla, cuanto tiene, que come o que hace, pues con ello estarás echando en saco roto tu confianza. Reconoce la riqueza de quien es diferente a ti y, aun así, esta dispuesto a compartir contigo sus ideales y temores.

domingo, 16 de noviembre de 2008

El animal más temido

En cierta ocasión, un zorro fue atrapado por un tigre descomunal, feroz.... y un poco tonto.
Sometido por las poderosas garras del felino, el pobre animal juntó energía para decir con firmeza: "cuidado con lo que vas a hacerme. Soy el más temido entre los animales, a mi paso todos se alejan pavoridos, ninguno se anima a mirarme a los ojos".

Y agregó: "¡Puedo demostrarlo si lo deseas!"

El poderosos tigre escuchó la advertencia con asombro, cedió la presión de sus brazos y liberó a su presa: "Me gustaría ver el miedo que inspiras entre la familia; pero te advierto que si no es como dices, te destrozaré sin chácara ni piedad" replicó, majestuosa, la fiera devastadora.

El zorro se recompuso y dijo: “Ahora mismo te mostraré mi influencia social. Salgamos a caminar por la selva y la campiña. Ven conmigo, te impresionarás de la forma en que me temen.”

Y así fue, tal como el zorro había advertido. A su paso, todos los animales escapaban con pánico.

El tigre observaba sorprendido la influencia de su acompañante, y desde su limitada comprensión murmuraba: "¿Cuál será el secreto de su prestigio?"

En realidad, el poder radica en la capacidad imaginativa, en el ejercicio de la inteligencia y en la confianza de uno mismo.

El zorro estaba seguro del valor de su acompañante; el tigre, en cambio, lerdo, no llegaba a captar sus propios méritos.

Es conveniente conocer en la vida quien nos acompaña, aún cuando caminemos solos. Y también valorar la calidad original de nuestras propias pisadas.


E. Mariscal

lunes, 10 de noviembre de 2008

Charcos


Un día dos monjes caminaban por una carretera de campo, mientras llovía torrencialmente.

En una curva del camino vieron a un cierto punto a una muchacha, joven y bella, que dudaba para pasar un gran charco.

“Yo te ayudo, muchacha”, dijo uno de los monjes y, sin dudar, la tomó entre sus brazos y la dejó al otro lado del pantano.

El otro monje no dijo nada.

Emprendieron el camino hasta que por la tarde llegaron a un templo a rezar.

Terminada la oración, por fin desembuchó:

“Hermano, tú sabes bien que nosotros los monjes no debemos tener familiaridad con mujeres; y sobre todo con aquellas jóvenes y hermosas. ¿Por qué, pues, lo has hecho?

El otro respondió:

“Yo he dejado a aquella muchacha allá lejos. ¿No te das cuenta de que tú todavía la llevas contigo?”


Historia china

jueves, 6 de noviembre de 2008

Canas y disgustos

A veces los chicos son imprevisibles. Parten hacia la escuela con un malhumor que nadie los aguanta. Y para cuando vuelven, ya se han olvidado de todo lo que les preocupa, y regresan cantando y jugueteando.

Así le pasó a esta niña, que estaba en los primeros años de la primaria. Su madre tuvo bastante trabajo para poder despertarla, arreglarla y llevarla a la escuela, distante trescientos metros de la casa. Durante toda la mañana se quedó preocupada por lo que le estaría pasando a su hija, quien últimamente le traía bastantes dolores de cabeza.

La chica, en cambio, se olvidó pronto de sus problemas. Y para cuando terminó el horario de clases, regreso a la casa, alegre y dicharachera. Tiró el guardapolvo y la cartera sobre la cama, y se dirigió hacia donde se encontraba su mamá. Esta la recibió de acuerdo con sus cavilaciones que aún la mantenían preocupada. Pero la niña estaba decidida a seguir adelante, sin darle importancia a la actitud materna. Se le acercó, y abrazándola por sobre el hombre, le besó cariñosamente. Se sorprendió un poco de que su mamá no le preguntara nada, como lo hacía normalmente respecto a lo que había visto en la escuela. Y para romper el hielo, inventó un diálogo:

-¡Mamá! Tienes unos pelitos blancos en la cabeza.

Había tocado un punto delicado en toda mujer que ya dobló la curva de los treinta y tres. La madre que no podía negar la evidencia, decidió desviar la atención, aprovechando el descubrimiento de su hija para moralizar la situación:

-Sí, querida. Eso que llamas pelitos blancos son canas ¿entiendes bien? Canas. Las canas salen a las mamás por los disgustos que les causan sus hijos.

-¡Uf!- respondió la pequeña, como quien hace un descubrimiento-. ¡La cantidad de disgustos que le habrás dado a la abuela, entonces!

La madre no tuvo mas remedio que reírse y pasó a preguntarle qué tal le había ido esa mañana en la escuela.


“Cuentos desde la cruz del sur”
Mamerto Menapace

lunes, 3 de noviembre de 2008

Los zapatos incómodos

Un hombre entró en una zapatería, y un amable vendedor se le acercó:

-¿En qué puedo servirle, señor?
- Quisiera un par de zapatos negros como los del escaparate.
-¡Cómo no, señor! Veamos: el número que busca debe de ser... el cuarenta y uno, ¿verdad?
-No. Quiero un treinta y nueve, por favor.
-Disculpe, señor. Hace veinte años que trabajo en esto, y su número debe de ser un cuarenta y uno. Quizás un cuarenta, pero un no un treinta y nueve.
-Un treinta y nueve, por favor.
-Disculpe, ¿me permite que le mida el pie?
-Mida lo que quiera, pero yo quiero un par de zapatos del treinta y nueve.

El vendedor saca del cajón ese extraño aparato que usan los vendedores de zapatos para medir pies y, con satisfacción, proclama:

-¿Lo ve? lo que yo decía: ¡un cuarenta y uno!
-Dígame: ¿quién va a pagar los zapatos, usted o yo?
-Usted.
-Pues bien, entonces, ¿quiere traerme un treinta y nueve?

El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar un par de zapatos del número treinta y nueve. Por el camino se da cuenta de lo que ocurre. Los zapatos no son para el hombre, sino que seguramente so para hacer un regalo.

-Señor, aquí los tiene: del treinta y nueve, y negros.
-¿Me da un calzador?
-¿Se los va a poner?
-Sí claro.
-¿son para usted?
-¡Si! ¿Me trae un calzador?

El calzador es imprescindible para conseguir que ese pie entre en ese zapato. Después de varios intentos y de ridículas posturas, el cliente consigue meter todo el pie dentro del zapato.

Entre “ayes” y gruñidos, camina algunos pasos sobre la alfombra con creciente dificultad.

-Está bien. Me los llevo.

Al vendedor le duele sus propios pies sólo de imaginar los dedos del cliente aplastados dentro de los zapatos del treinta y nueve.

-¿Se los envuelvo?
-No gracias, me los llevo puestos.

El cliente sale de la tienda y camina, como puede, las tres manzanas que le separan de su trabajo. Trabaja como cajero en un banco.

A las cuatro de la tarde, después de haber pasado más de seis horas de pie con esos zapatos, su cara está desencajada, tiene los ojos enrojecidos, y las lágrimas caen copiosamente de sus ojos.

Su compañero de la caja de al lado lo ha estado observando toda la tarde y está preocupado por él.

-¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?
-No, son los zapatos.
-¿Qué les pasa a los zapatos?
-Me aprietan.
-¿Qué les ha pasado, se han mojado?
-No son dos números más pequeños que mi pie.
-¿De quien son?
-Míos.
-No lo entiendo. ¿No te duelen los pies?
-Me están matando los pies.
-¿Y entonces...?
-Te explico, yo no vivo una vida de grandes satisfacciones, en realidad en los últimos tiempos tengo muy pocos momentos agradables.
-¿Y...?
-Me estoy matando con estos zapatos, sufro terriblemente, es cierto... pero, dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los quite, ¿imagínate el placer que sentiré? ¡Qué placer! ¡Me muero de ganas de experimentar esa gozada!


"Regálame la salud de un cuento"
José Carlos Bermejo
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