domingo, 14 de junio de 2009

El corazón más bello

Un buen día, un hombre en el centro de un poblado y proclamó a gritos que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.

Una gran multitud se congregó a su alrededor, y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni manchas ni rasguños.

Sí, todos coincidieron en que era el corazón más hermoso que habían visto. Al sentirse admirado, el joven se sintió aún más orgulloso y, con mayor fervor, aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.

De pronto, un anciano se acercó y dijo:

- ¿Por qué dices es, si tu corazón no es, en realidad, tan hermoso como el mío?

Sorprendido, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, estaba cubierto de cicatrices, e incluso había zonas donde faltaban algunos pedazos, los cuales habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor. Es más, había lugares con huecos, donde faltaban grandes trozos.

La gente se sintió sobrecogida. ¿Cómo puede decir que su corazón es más hermoso?, pensaron.
El joven contempló el corazón del anciano y, al ver su deteriorado aspecto, se echó a reír.

- Debes de estar bromeando- le dijo-. Compara tu corazón con el mío. El mío es perfecto. En cambio, el tuyo es un amasijo de cicatrices y dolor.

- Es cierto, dijo el anciano, tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo. Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado. Muchos, a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes, de los cuales me alegro, porque me recuerdan el amor que hemos compartido. Hubo veces en las que entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí los huecos. Dar amor es arriesgar; pero, a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza de que algún día, tal vez, regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?

El joven permaneció en silencio. Por sus mejillas corrían las lágrimas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció.

El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón; luego, a su vez, arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho y tapó con él la herida abierta del joven. La pieza se amoldó, pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.

El joven miró su corazón, que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.

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