viernes, 25 de septiembre de 2009

Con qué ojos miramos

Dos hombres, ambos seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno de ellos se le permitía sentarse en su cama durante una hora cada tarde para ayudar a drenar los fluidos de sus pulmones. Su cama estaba junto a la única ventana del cuarto. El otro hombre debía permanecer todo el tiempo en su cama tendido sobre su espalda. Los hombres hablaban durante horas y horas. Hablaban acerca de sus esposas y familias, de sus hogares, sus trabajos, su servicio militar, de cuando habían estado de vacaciones...

Cada tarde, el de la cama cercana a la ventana, el que podía sentarse, se pasaba el tiempo describiéndole a su compañero de cuarto las cosas que podía ver desde allí. El hombre en la otra cama, comenzaba a vivir, en esos pequeños espacios de una hora, como si su mundo se agrandara y reviviera gracias a la actividad y el color del mundo exterior. Se divisaba desde la ventana un hermoso lago, cisnes, personas nadando y niños jugando con sus pequeños barcos de papel. Jóvenes enamorados caminaban abrazados entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes y viejos árboles adornaban el paisaje.

Como el hombre de la ventana describía todo esto con todo lujo de detalles, el hombre de la otra cama podía cerrar sus ojos e imaginar tan idílicas escenas. Una cálida tarde de verano, el hombre de la ventana le describió un desfile que pasaba por ahí. A pesar de que el otro hombre no podía escuchar a la banda, él podía ver todo en su mente, pues el caballero de la ventana representaba todo con palabras muy descriptivas.

Pasaron días y semanas. Un día, la enfermera de mañana llegó a la habitación llevando agua para el baño de cada uno de ellos. Al descubrir el cuerpo del hombre de la ventana, observó que había muerto tranquilamente en la noche mientras dormía. Ella se entristeció mucho y llamó a los compañeros del hospital para sacar el cuerpo. Tan pronto como creyó conveniente, el otro hombre preguntó si podría ser trasladado cerca de la ventana. La enfermera estaba feliz de realizar el cambio. Cuando lo hubo cambiado, lo dejó sólo.

Lenta y dolorosamente, se incorporó apoyado en uno de sus codos para tener su primera visión del mundo exterior. Finalmente, tendría la dicha de verlo por sí mismo.

Se estiró para mirar por la ventana. Lentamente giro su cabeza y, al mirar, vio una pared blanca. El hombre preguntó a la enfermera qué pudo haber obligado a su compañero de habitación a describir tantas cosas maravillosas a través de la ventana.

La enfermera le contestó que aquel hombre era ciego y que de ningún modo podía ver esa pared, y que quizá solamente quería darle ánimos.


Para reflexionar…
¿Puedo servir de ayuda a los demás en medio de mis dificultades?
¿Acepto la ayuda de quienes, desde su pobreza, se ofrecen a mí?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La mitad de una manta

En una humilde casa vivía un hombre con su mujer, su padre y su hijo, que todavía era un bebé. El abuelo no hacía prácticamente nada, pues estaba demasiado débil para trabajar. Se limitaba a comer y a fumar, sentado a la puerta.

Entonces el hombre decidió sacarlo de la casa y abandonarlo a su suerte en las calles, como a veces se hacía, en las épocas más duras, con las bocas más inútiles.

La esposa intentó interceder a favor del anciano, pero fue en vano.

- Como mínimo, dale una manta- dijo ella.

- No. Le daré la mitad de una manta. Eso es suficiente.

La esposa le suplicó y, finalmente, consiguió convencerlo para que le diese la manta entera. De repente, en el momento en que el viejo estaba a punto de salir llorando de la casa, se oyó la voz del bebé en la cuna. Y el bebé le decía a su padre:

- ¡No! ¡No le des la manta entera! Dale sólo la mitad.

- ¿Por qué?- preguntó el padre anonadado, acercándose a la cuna.

- Porqué- contestó el bebé- yo necesitaré la otra mitad para dártela a ti el día en que te eche de aquí.

martes, 8 de septiembre de 2009

Los mil espejos

Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada.

Un día, buscando refugiarse del sol, un perrito logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa. El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera y, al terminar de subirlas, se topó con una puerta semiabierta; lentamente se adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio cuenta de que dentro de ese cuarto había mil perritos más, observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.

El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los mil perritos hicieron lo mismo. Luego sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los mil perritos también le sonreían y ladraban alegremente con él. Cuando el perrito salió del cuarto, se quedó pensando para sí: “¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir muchas veces a visitarlo!”.

Tiempo después, otro perrito callejero entró en el mismo lugar, pero, a diferencia del primero, al ver a los otros mil perritos, se sintió amenazado, ya que creía que lo miraban de manera agresiva. Luego empezó a gruñir y, naturalmente, vio cómo los mil perritos le gruñían a él.

Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros mil perritos le ladraron también. Cuando este perrito salió de allí pensó “¡Qué lugar tan horrible es éste! ¡Nunca más volveré a entrar aquí!”
En la portada de aquella casa había un viejo letrero que decía: “La casa de los mil espejos”.

“El reflejo de tus gestos y acciones es el que proyectarás a los demás”

Enrique Mariscal

martes, 1 de septiembre de 2009

Verdad que sería estupendo...




¿Verdad que sería estupendo que las espadas fueran un palo de la baraja, que el escudo una moneda portuguesa, y un tanque una jarra grande de cerveza?

¿Verdad que sería estupendo que la base fuera el lado de un triángulo, que la escuadra sólo regla de Diseño y los gatillos unos gatos pequeños?

Que apuntar fuera soplarle la tabla a Manolito, que disparar darle una patada a un balón,y los “persins” fueran esa marca de rotulador con los que tú siempre pintas mi corazón...

¿Verdad que sería estupendo que las bombas fueran globos de chicle, que las sirenas fueran peces con cuerpo de mujer, y la granada una clase de fruta?

Que alarma fuera un grupo de rock & roll, y que la pólvora fuera para hacer fuegos artificiales, y los “persins” fueran esa marca de rotulador con la que tú siempre pintas mi corazón, con los que yo siempre pinto tu corazón.

Y no existiera más arma en el mundo, y no existiera más arma en el mundo más que el “ mi arma” andaluz.
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