jueves, 27 de marzo de 2008

El sentido de los cuentos...

El maestro Sufí contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma…

-Maestro- lo encaró uno de ellos una tarde-. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado…

-Pido perdón por eso- se disculpó el maestro-. Permíteme que en señal de reparación te invite a un rico melocotón.

-Gracias, maestro- respondió halagado el discípulo.

-Quisiera, para agasajarte, pelar tu melocotón yo mismo. ¿Me lo permites?

-Sí, muchas gracias- dijo el alumno.

-¿Te gustaría que ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que sea más fácil comerlo?

-Me encantaría…pero no quisiera abusar de tu generosidad, maestro…

-No es un abuso si yo te lo ofrezco. Sólo deseo complacerte…Permíteme también que lo mastique antes de dártelo…

-No, maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso!- se quejó sorprendido el discípulo.
El maestro hizo una pausa.


-Si yo os explicara el sentido de cada cuento, sería como daros a comer una fruta masticada.

DE LA SABIDURÍA SUFÍ

miércoles, 26 de marzo de 2008

Baila, como si nadie te estuviera viendo!!

Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de terminar los estudios, después de casarnos, después de tener un hijo y después… de tener otro. Entonces nos sentimos frustrados porqué los hijos no son lo suficientemente grandes y pensamos que seremos más felices cuando lo sean.

Después de eso nos frustramos porqué son adolescentes (difíciles de tratar). Ciertamente seremos más felices cuando salgan de esa etapa.

Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestro(a) esposo (a) le vaya mejor, cuando tengamos un mejor coche, o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados…

La verdad es que no hay mejor momento para ser felices que ahora. Si no es ahora, ¿cuándo? Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor admitirlo y decidir ser felices de todas formas.

Dice Alfred D. Souza: "Por mucho tiempo me pareció que la vida estaba apenas comenzando -la verdadera vida-. Pero siempre hay algunos obstáculos en el camino, algo que debe llevarse a cabo primero, algunas tareas que no se han terminado, tiempo que hace falta para servir, una deuda que pagar. Entonces después comenzará la vida. Finalmente, llegué a comprender que todos esos obstáculos eran mi vida.”

Esta perspectiva te puede ayudar a ver que no hay un camino a la felicidad. La felicidad es el camino. Así que atesora cada momento que tienes y atesóralo mas cuando lo compartas con alguien especial, lo suficientemente especial para compartir tu tiempo. Y recuerda que el tiempo no espera por nadie...

Así que deja de esperar hasta que termines la universidad, hasta que te cases, hasta que tengas hijos, hasta que tus hijos se vayan de casa, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño, el invierno, o hasta que mueras... para decidir que no hay mejor momento que éste para ser feliz... La felicidad es un trayecto, no un destino.


¡¡LA FELICIDAD NO ESTÁ EN LO QUE OPINEN LOS DEMÁS... ESTÁ EN LO QUE SIENTES TU...!!

Anónimo

martes, 25 de marzo de 2008

Amar...es darse todo

El hombre que estaba tras el mostrador, miraba la calle distraídamente. Una niñita se aproximó al negocio y apretó la naricita contra el vidrio de la vitrina. Los ojos del color del cielo brillaban cuando vio un determinado objeto. Entró en el negocio para ver el collar azul turquesa. "Es para mi hermana. ¿Puede hacer un paquete bien bonito?".- dice ella. El dueño del negocio miró desconfiado a la niñita y le preguntó: - “¿Cuánto dinero tienes?”- Sin dudar, ella sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los nudos. Los colocó sobre el mostrador y dijo feliz: - "¿Eso da?". Eran apenas algunas monedas que ella exhibía orgullosa. "¿Sabe?, quiero dar este regalo a mi hermana mayor. Desde que murió nuestra madre, ella cuida de nosotros y no tiene tiempo para ella. Es su cumpleaños y tengo el convencimiento que quedará feliz con el collar que es del color de sus ojos".

El hombre fue para la trastienda, colocó el collar en un estuche, envolvió con un vistoso papel rojo e hizo un trabajado lazo con una cinta verde. "Toma”, dijo a la niña, “Llévalo con cuidado". Ella salió feliz corriendo y saltando calle abajo.

Aún no acababa el día, cuando una linda joven de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio. Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio deshecho e indagó: "¿Este collar fue comprado aquí?¿Cuánto costó?”

“Ah!", - habló el dueño del negocio. "El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente". La joven exclamo: "Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas. El collar es verdadero, ¿no? Ella no tendría dinero para pagarlo". El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la cinta y lo devolvió a la joven y le dijo: - "Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar: ELLA DIO TODO LO QUE TENÍA".

El silencio llenó la pequeña tienda y dos lágrimas rodaron por la faz emocionada de la joven en cuanto sus manos tomaban el pequeño envoltorio.

lunes, 24 de marzo de 2008

¿Qué es educar?

Lo que os voy a escribir en estas líneas, no es un cuento como hago de costumbre…Es una cita de Gabriel Celaya, en la que de forma metafórica nos explica que es educar.
Os recomiendo, como siempre, que la leáis…pero sobre todo recomiendo que la lean esos futuros docentes que de vez en cuando entran en mi blog…

“Educar es lo mismo que poner motor a una barca… hay que medir, pesar, equilibrar…y poner todo en marcha.
Para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino… un poco de pirata… un poco de poeta… y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar mientras uno trabaja, que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia pu
ertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.”

Globos...

Un niño negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria del pueblo. El pueblo era pequeño y el vendedor había llegado pocos días atrás, por lo tanto no era una persona conocida....

En pocos días la gente se dio cuenta de que era un excelente vendedor ya que usaba una técnica muy singular que lograba captar la atención de niños y grandes. En un momento soltó un globo rojo y toda la gente, especialmente los potenciales, pequeños clientes, miraron como el globo remontaba vuelo hacia el cielo.

Luego soltó un globo azul, después uno verde, después uno amarillo, uno blanco... Todos ellos remontaron vuelo al igual que el globo rojo...

El niño negro, sin embargo, miraba fijamente sin desviar su atención, un globo negro que aún sostenía el vendedor en su mano.

Finalmente decidió acercarse y le preguntó al vendedor: "Señor, si soltara usted el globo negro. ¿Subiría tan alto como los demás?" El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro y, mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: "No es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay adentro."

jueves, 20 de marzo de 2008

Acabar con el amor

Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el Odio quien estaba hablando, y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que matéis al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo.

El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".

Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el informe del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".

Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima, quien efectivamente cayó herida. Pero, después de luchar por salir adelante, el Amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció.

Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.

El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos”. De pronto, de un rincón del salón, se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor”, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese, que pretendía hacer solo lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo".

Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles, que después de mucho esperar, por fin el Amor había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero ne
gro habló: "Ahí os entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más ya se iba. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?" El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La Rutina."

miércoles, 19 de marzo de 2008

El barquero...

En una embarcación que atravesaba el Mar Mediterráneo, viajaban varios intelectuales que hacían gala cada uno de lo que conocían, de su área de sabiduría en determinado tema. El barquero continuaba remando, mientras sus ocupantes continuaban discutiendo cada uno de lo que sabían. En algún momento al notar que entre si ninguno de ellos era doblegado por los conocimientos del otro, la emprendieron con quien era el más indicado para aprovecharse de sus pocos conocimientos sobre la ciencia.

El filósofo interrogó al mencionado operador de la canoa: “¿Qué sabes tú de la productividad del pensamiento cuando observas las acciones del hombre en bien de la sociedad?”. El barquero respondió: “no, no sé nada de eso señor”. El filósofo replicó: “tú por no saber nada de filosofía has perdido el 20% de tu vida”.

El científico orgulloso de su entendimiento en lo que se refiere a los astros, sus dimensiones, su distancia y cálculos de fuerza y energía preguntó: “¿cuantos soles existen en el universo iguales al nuestro, lo sabes?” El humilde remador contestó: “aparte del que me abriga todos los días no sé cuántos más existen señor”. El científico insistió: “has perdido el 30% de tu vida.”

Aprovechando la ignorancia del barquero, un escriba interrogó: “¿qué sabes tú de leyes y códigos de las naciones para proteger a sus ciudadanos y castigar a los delincuentes?”. El preguntado respondió: “lo que yo sé es muy poco, lo que se es que nos debemos respetar unos a otros.” Al momento el escriba interrumpió: “lo que tú sabes es muy poco, y ¿sabes? tú has perdido algo más del 30% de tu vida”.

El viaje continuaban y una tormenta se aproximaba, al poco tiempo la embarcación estaba naufragando; fue cuando el can obrero interrogó: “¿saben ustedes nadar?”. Todos respondieron en forma negativa y él replicó: “¿saben una cosa?... han perdido el 100% de sus vidas.”



“El saber vive orgulloso por saber más; La humildad vive feliz por no saber más. Vale más saber algo acerca de todo, que saber todo acerca de una sola cosa.”

martes, 18 de marzo de 2008

La tristeza y la furia

Hoy...uno de Jorge Bucay:

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizá donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…

En un reino mágico donde las cosas no tangibles se vuelven concretas…

Había una vez…un estanque maravilloso.

Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…

Hasta aquel estanque mágico y transparente se acercaron la tristeza y la furia para bañarse en mutua compañía.

Las dos se quitaron sus vestidos y, desnudas, entraron en el estanque.

La furia, que tenía prisa (como siempre le ocurre a la furia), urgida – sin saber por qué -, se bañó rápidamente y, más rápidamente aún, salió del agua…

Pero la furia es ciega o, por lo menos, no distingue claramente la realidad. Así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, el primer vestido que encontró…

Y sucedió que aquel vestido no era el suyo, sino el de la tristeza…

Y así, vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calmada, muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y, sin ninguna prisa – o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo - , con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla se dio cuenta de que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo. Así que se puso la única ropa que había junto al estanque: el vestido de la furia.

Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada. Pero si nos damos tiempo para mirar bien, nos damos cuenta de que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza.

lunes, 17 de marzo de 2008

¿Tienes tiempo para mí?

Papi ¿Cuanto ganas? Dijo el pequeño con voz tímida fijando sus expresivos ojos en su agotado padre que llegaba del trabajo.

"No me molestes, hijo ¿No ves que vengo muy cansado?” ”Pero, papi. Dime por favor ¿Cuanto ganas?" Insistió. "24 pesos al día". Respondió el hombre irritado para quitárselo de encima.

El niño se cogió su monedero y le dijo: "Papi, ¿Me prestas 12 pesos? El padre se enfureció y tratando con brusquedad al niño, le dijo: "Así que para eso querías saber cuanto gano. Vete a dormir y no me molestes, muchacho aprovechado".

Ya había caído la noche cuando el padre se puso a meditar sobre lo ocurrido. El incidente le hizo sentirse culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo... Había estado muy ocupado en el trabajo últimamente y no estaba al tanto de los acontecimientos del hogar.

Queriendo descargar su conciencia dolida, se asomó a la habitación del pequeño. "Hijo ¿Estás dormido?" El niño abrió los ojos a medias. "Aquí tienes el dinero que me pediste. ¿Para que lo querías?" El niño metió la manita debajo de su almohada y sacó varios billetes arrugados. Es que quería completar. ¿Me vendes una hora de tu tiempo?

domingo, 16 de marzo de 2008

Alguien que me cuide

Este cuento es un poco largo, pero os aconsejo que lo leáis porque realmente vale la pena...

Los pasajeros del autobús, la observaron compasivamente cuando la atractiva joven del bastón blanco subió con cuidado los escalones. Le pagó al conductor y, usando las manos para percibir la ubicación de los asientos, caminó por el pasillo y encontró el asiento que, según él le había dicho, estaba vacío. Luego se acomodó, colocó su maletín sobre las rodillas y apoyó el bastón contra su pierna.

Hacía un año que Susan, de treinta y cuatro años, se había quedado ciega. Debido a un diagnóstico equivocado, había perdido la vista, y de repente se había sentido arrojada a un mundo de oscuridad, rabia, frustración y autoconmiseración. Dado que antes había sido una mujer orgullosamente independiente, ahora Susan se sentía condenada, por esta terrible vuelta del destino, a ser una carga impotente y desvalida para todos los que la rodeaban. “¿Cómo pudo pasarme esto?”, se quejaba, con el corazón lleno de rabia. Pero a pesar de cuanto llorase o despotricase o rezara, ella sabía cuál era la dolorosa verdad: Nunca más volvería a ver.
Una nube de depresión se cernía sobre el espíritu de Susan, antes tan optimista. El solo hecho de vivir cada día era un ejercicio de frustración y cansancio. Y sólo podía aferrarse a su esposo, Mark.

Mark era un oficial de la Fuerza Aérea, y amaba a Susan con todo su corazón. Al perder ella la vista, notó cómo se hundía en la desesperación y decidió ayudarla a reunir las fuerzas y la confianza necesarias para volver a ser independiente. La experiencia militar de Mark, lo había entrenado muy bien para manejar situaciones delicadas, pero él sabía que aquella era la batalla más difícil que iba a enfrentar.

Finalmente, Susan se sintió preparada para volver a su trabajo, ¿pero como llegaría hasta allí? Acostumbrada a tomar el autobús, pero ahora estaba demasiado asustada como para ir por la ciudad por sí sola. Mark se ofreció a llevarla en coche todos los días, aún cuando trabajaban en extremos opuestos de la ciudad. Al principio, esto reconfortó a Susan y cubrió la necesidad de Mark de proteger a su esposa ciega, que se sentía tan insegura para realizar la acción más insignificante. Sin embargo, Mark pronto se dio cuenta de que ese arreglo no funcionaba... Era problemático y costoso. “Susan tendrá que empezar a tomar el autobús de nuevo”, admitió ante sí mismo. Pero sólo pensar en mencionárselo lo hacía estremecer. Ella todavía estaba tan frágil, tan llena de rabia… ¿Cómo reaccionaría?

Tal cómo Mark había previsto, Susan se horrorizó ante la idea de volver a tomar el autobús. -¡Estoy ciega!- explicó con amargura -. ¿Cómo se supone que voy a saber adónde me dirijo? Siento que me estás abandonando.

A Mark se le rompió el corazón al oír esas palabras, pero él sabía lo que debía hacerse. Le prometió a Susan que, por la mañana y por la noche la acompañaría en el autobús todo el tiempo que fuera necesario hasta que ella se sintiera segura.

Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Durante dos semanas enteras, Mark con uniforme militar y todo, acompañó a Susan en el viaje de ida y vuelta al trabajo. Le enseñó cómo apoyarse en sus otros sentidos, en especial el oído, para determinar dónde se encontraba y cómo adaptarse a su nuevo entorno.

La ayudó a trabar amistad con los conductores, quienes se ocuparían de ella y le guardarían un asiento. La hizo reír, incluso en aquellos días no tan buenos en que tropezaba al bajar del autobús, o tiraba su maletín lleno de papeles en el pasillo.

Todas las mañanas hacían el recorrido juntos y Mark tomaba un taxi para volver a su oficina.Aunque esta rutina resultaba más cara y cansada que la anterior. Mark sabía que sólo era cuestión de esperar un tiempo más antes que Susan estuviera capacitada para viajar en autobús por su cuenta. Creía en ella, en la Susan que él había conocido antes de que perdiera la vista, la que no le temía a ningún desafío y jamás se rendía.

Por fin, Susan decidió que estaba lista para hacer el intento de viajar sola. Llegó la mañana del lunes y, antes de irse, ella abrazó a Mark, su compañero de viajes en autobús, su esposo, y su mejor amigo. Tenía los ojos llenos de lágrimas de gratitud por su lealtad, su paciencia, su amor. Se despidieron y, por primera vez, cada uno tomó un camino distinto.

Lunes, martes, miércoles, jueves... todos los días le fue muy bien, y Susan jamás se sintió mejor. ¡Lo estaba haciendo! Estaba yendo a trabajar por su cuenta.

El viernes por la mañana, Susan tomó el autobús como de costumbre. Al pagar el boleto, el conductor le dijo: - Caramba, de veras la envidio. Susan, no supo si le estaba hablando a ella o no. Después de todo, ¿quien iba a envidiar a una ciega que había encontrado el coraje de vivir durante el año anterior? Intrigada preguntó al conductor: - ¿Por qué dice que me envidia? - El conductor respondió: - ¿Sabe? Todas las mañanas durante la semana pasada, un caballero de muy buen aspecto, con uniforme militar, ha estado parado en la esquina de enfrente, observándola mientras usted baja del autobús. Se asegura que cruce bien la calle y la vigila hasta que entra en su edificio de oficinas. Luego le tira un beso, le hace un pequeño gesto de saludo y se va. Usted es una mujer afortunada.

Lágrimas de felicidad rodaron por las mejillas de Susan. Porque aunque ella no podía verlo físicamente siempre había sentido la presencia de Mark. Era afortunada, muy afortunada, pues él le había hecho un regalo más poderoso que la vista, un regalo que ella no necesitaba ver para creer en su existencia... El regalo del amor que puede llevar la luz donde ha habido oscuridad.

Los pasajeros del autobús, la observaron compasivamente cuando la atractiva joven del bastón blanco subió con cuidado los escalones. Le pagó al conductor y, usando las manos para percibir la ubicación de los asientos, caminó por el pasillo y encontró el asiento que, según él le había dicho, estaba vacío. Luego se acomodó, colocó su maletín sobre las rodillas y apoyó el bastón contra su pierna.

Hacía un año que Susan, de treinta y cuatro años, se había quedado ciega. Debido a un diagnóstico equivocado, había perdido la vista, y de repente se había sentido arrojada a un mundo de oscuridad, rabia, frustración y autoconmiseración. Dado que antes había sido una mujer orgullosamente independiente, ahora Susan se sentía condenada, por esta terrible vuelta del destino, a ser una carga impotente y desvalida para todos los que la rodeaban. “¿Cómo pudo pasarme esto?”, se quejaba, con el corazón lleno de rabia. Pero a pesar de cuanto llorase o despotricase o rezara, ella sabía cuál era la dolorosa verdad: Nunca más volvería a ver.
Una nube de depresión se cernía sobre el espíritu de Susan, antes tan optimista. El solo hecho de vivir cada día era un ejercicio de frustración y cansancio. Y sólo podía aferrarse a su esposo, Mark.


Mark era un oficial de la Fuerza Aérea, y amaba a Susan con todo su corazón. Al perder ella la vista, notó cómo se hundía en la desesperación y decidió ayudarla a reunir las fuerzas y la confianza necesarias para volver a ser independiente. La experiencia militar de Mark, lo había entrenado muy bien para manejar situaciones delicadas, pero él sabía que aquella era la batalla más difícil que iba a enfrentar.

Finalmente, Susan se sintió preparada para volver a su trabajo, ¿pero como llegaría hasta allí? Acostumbrada a tomar el autobús, pero ahora estaba demasiado asustada como para ir por la ciudad por sí sola. Mark se ofreció a llevarla en coche todos los días, aún cuando trabajaban en extremos opuestos de la ciudad. Al principio, esto reconfortó a Susan y cubrió la necesidad de Mark de proteger a su esposa ciega, que se sentía tan insegura para realizar la acción más insignificante. Sin embargo, Mark pronto se dio cuenta de que ese arreglo no funcionaba... Era problemático y costoso. “Susan tendrá que empezar a tomar el autobús de nuevo”, admitió ante sí mismo. Pero sólo pensar en mencionárselo lo hacía estremecer. Ella todavía estaba tan frágil, tan llena de rabia… ¿Cómo reaccionaría?

Tal cómo Mark había previsto, Susan se horrorizó ante la idea de volver a tomar el autobús. -¡Estoy ciega!- explicó con amargura -. ¿Cómo se supone que voy a saber adónde me dirijo? Siento que me estás abandonando.

A Mark se le rompió el corazón al oír esas palabras, pero él sabía lo que debía hacerse. Le prometió a Susan que, por la mañana y por la noche la acompañaría en el autobús todo el tiempo que fuera necesario hasta que ella se sintiera segura.

Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Durante dos semanas enteras, Mark con uniforme militar y todo, acompañó a Susan en el viaje de ida y vuelta al trabajo. Le enseñó cómo apoyarse en sus otros sentidos, en especial el oído, para determinar dónde se encontraba y cómo adaptarse a su nuevo entorno.

La ayudó a trabar amistad con los conductores, quienes se ocuparían de ella y le guardarían un asiento. La hizo reír, incluso en aquellos días no tan buenos en que tropezaba al bajar del autobús, o tiraba su maletín lleno de papeles en el pasillo.

Todas las mañanas hacían el recorrido juntos y Mark tomaba un taxi para volver a su oficina.
Aunque esta rutina resultaba más cara y cansada que la anterior. Mark sabía que sólo era cuestión de esperar un tiempo más antes que Susan estuviera capacitada para viajar en autobús por su cuenta.

Creía en ella, en la Susan que él había conocido antes de que perdiera la vista, la que no le temía a ningún desafío y jamás se rendía.

Por fin, Susan decidió que estaba lista para hacer el intento de viajar sola. Llegó la mañana del lunes y, antes de irse, ella abrazó a Mark, su compañero de viajes en autobús, su esposo, y su mejor amigo.

Tenía los ojos llenos de lágrimas de gratitud por su lealtad, su paciencia, su amor. Se despidieron y, por primera vez, cada uno tomó un camino distinto.

Lunes, martes, miércoles, jueves... todos los días le fue muy bien, y Susan jamás se sintió mejor. ¡Lo estaba haciendo! Estaba yendo a trabajar por su cuenta.

El viernes por la mañana, Susan tomó el autobús como de costumbre. Al pagar el boleto, el conductor le dijo: - Caramba, de veras la envidio. Susan, no supo si le estaba hablando a ella o no. Después de todo, ¿quien iba a envidiar a una ciega que había encontrado el coraje de vivir durante el año anterior? Intrigada preguntó al conductor: - ¿Por qué dice que me envidia? - El conductor respondió: - ¿Sabe? Todas las mañanas durante la semana pasada, un caballero de muy buen aspecto, con uniforme militar, ha estado parado en la esquina de enfrente, observándola mientras usted baja del autobús. Se asegura que cruce bien la calle y la vigila hasta que entra en su edificio de oficinas. Luego le tira un beso, le hace un pequeño gesto de saludo y se va. Usted es una mujer afortunada.

Lágrimas de felicidad rodaron por las mejillas de Susan. Porque aunque ella no podía verlo físicamente siempre había sentido la presencia de Mark. Era afortunada, muy afortunada, pues él le había hecho un regalo más poderoso que la vista, un regalo que ella no necesitaba ver para creer en su existencia... El regalo del amor que puede llevar la luz donde ha habido oscuridad.

sábado, 15 de marzo de 2008

El valor de la amistad

Para empezar, un pequeño cuento de amistad:

Esta es la historia de un muchacho que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos.

Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos.

Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta. Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física.”



Los amigos nos hacen reír, están siempre que los necesitamos, nos apoyan en todas nuestras decisiones, y nos animan a seguir adelante. Nos escuchan con atención, y siempre están dispuestos a abrirnos su corazón. ¡¡Cuídalos como si fuera un tesoro!!

Como surge la idea

Hace algunos días estuve buscando en Internet cuentos, pero no cuentos de niños como caperucita y los tres cerditos, sino “cuentos para pensar”, cuentos que al leer te hacen reflexionar.

Estuve buscando mucho tiempo, y no se si porqué no tengo ni idea de buscar en Internet o porqué, pero no encontré nada.

Todo esto, me llevo a pensar a que igual no soy la única persona que tiene este problema…Por este motivo, he decido crear un blog, en el que básicamente se podrá encontrar eso: CUENTOS.

Nada, espero que disfrutéis leyendo y gracias por visitar mi blog.

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