miércoles, 9 de abril de 2008

Todo por ella

Hace muchos años, en un Hospital de Stanford, había una niñita llamada Liz, quien sufría una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse, aparentemente, era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad, y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Dudo sólo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: “Si, lo haré, si eso salva a Liz.”

Mientras la transfusión continuaba, el estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras las enfermeras le asistían a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Él, miro al doctor y le preguntó con voz temblorosa: “¿A que hora empezaré a morirme?”

Siendo sólo un niño, no había comprendido al doctor. Él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana… Y aun así se la daba!!

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